jueves, 9 de octubre de 2014

La traducción según Quine y Derrida: aplicación a un texto literario.

Conferencia pronunciada en VI encuentros complutenses en torno a la traducción 28-nov al 2-dic, 1995 (publicada en La palabra vertida: investigaciones en torno a la traducción : actas de los VI Encuentros Complutenses en torno a la Traducción / Rafael Martín-Gaitero (aut.), Miguel Ángel Vega (aut.), 1997, ISBN 84-7923-112-2 , págs. 199-206)


         Quien lea el título de esta ponencia probablemente tenga la expectativa de que voy a hablar sobre la posibilidad o la imposibilidad de la traducción. Sin duda quien conozca a W.V.O. Quine y a Jacques Derrida pensará que el tema no podría estar mejor elegido. Sin embargo mi objetivo es al mimo tiempo ése y otro. Si con la afirmación de la imposibilidad de traducir podemos llegar a desembarazarnos de toda la impedimenta que conlleva, mejor. De todos modos parece bastante sospechoso hablar de una traducción imposible cuando: a) existe la necesidad de traducir; b) existen textos traducidos; c) yo estoy hablando de traducción (e incluso, d) aquí partiremos de una nueva imposibilidad de traducir para apre(h)ender una traducción).

         Es cierto, el traductor, cuando se ve incapaz de traducir, no parte de una negación del acto traductor sino de un desastre de la traducción. Un instante en el que reconoce su extranjería respecto al texto y respecto a las lenguas. Es decir, si tal y como afirma W. Benjamin la función principal del lenguaje es comunicar algo de sí mismo, nos encontraremos ante una doble insuficiencia: en la lengua del autor lo que se dice está subordinado (es decir, es inalcanzable); y en la lengua de la traducción las palabras comienzan a oxidarse  como efecto de la intertextualidad al entrar en un nuevo contexto. Esta doble insuficiencia parte de nuestra pretensión de traducir más allá del lenguaje. Nuestra traducción debe ir más allá del sentido, a la raíz del texto, del lenguaje. Después de todo, como señala H. Turk al hablar de Derrida:

            The question of traslability is not a question of how to translate texts, meanings or intentions from one language into another or of how to transfer one language into another within one text, but the question is how to translate one language into another by translating texts[1].

         Pero volvamos a la idea inicial sobre Benjamin. Si la función principal del lenguaje es comunicar algo de sí mismo, el autor estará obligado a crear un nombre, ya que en la creación de un nombre propio reside la necesidad de nombrarse a sí mismo. Este nombre (como en el Babel del Génesis) nos permitirá ser uno; posibilitará la traducción. Por lo tanto, darse un nombre significa ser capaz de traducirse. Así, la lengua única, el nombre propio como punto de referencia para todos los hombres, amenaza la figura de Dios, el marco teórico de la multiplicidad creativa: se produce una infradeterminación del nombre propio y Dios acaba diseminándolo hasta que la desconstrucción nos lleve a un nuevo Pentecostés donde se produzca el milagro de las lenguas. Pero ésta no será una lengua única sino un universo de lenguas en el que todos entiendan las lenguas extrañas y el individuo utilice su propia lengua.
         Los celos de Dios han llevado a la desconstrucción de la torre de Babel, símbolo de la compresión universal, y al mismo tiempo nos imponen y nos prohíben la traducción. Es simple:
           Si hay multiplicidad de lenguas-----> no es posible traducir
           Si hay multiplicidad de lenguas-----> es necesario traducir.
Pero traducir se ha convertido no ya en un problema de lenguas y de comunicación sino de transposición de los nombres propios. La teoría de la traducción se ha centrado solamente en la traducción de dos lenguas, pero ya nos anticipa Derrida la multiplicidad de lenguas, la intertextualidad y, en definitiva, la interferencia de los nombres propios.

         Más aún. Si no era suficiente con descubrir la necesidad/imposibilidad de traducir los nombres propios, estos mismos, según Derrida, se pueden convertir, por medio de un proceso de homonimia y sinonimia, en nombres comunes. Nombres comunes pero no equivalentes, dice Derrida, ya que sino confundiríamos su valor. Ésta es la principal insatisfacción del traductor; leer los nombres propios y traducir los comunes. Según Derrida, el traductor bíblico comenta, explica, parafrasea, pero no traduce; rompe el equívoco en donde la confusión misma es poder: "Babel", aposición, "Confusión".
        
         Podríamos afirmar que los nombres propios no son parte integrante de la lengua, que huyen hacia el reino tenebroso del sentido: pero, ¿qué lengua se podría nombrar como tal sin la posibilidad de nombrar por medio de un nombre propio?

         Pero, ¿qué es el nombre propio sino la esencia de la différance, sino la imposibilidad de aprehender el dinamismo del nombre propio?
            La différance es el juego sistemático de las diferencias, de las trazas de las diferencias del espaciamiento por el que los elementos se relacionen unos con otros. Este espaciamiento es la producción, a la vez activa y pasiva (la a de la différance indica esta indecisión respecto a la actividad y a la pasividad, lo que todavía no se deja ordenar y distribuir por esta oposición), de los intervalos sin los que los términos "plenos" no significaría, no funcionaría[2].

         Como podemos ver el nombre propio ocupa un lugar central en las teorías desconstructivistas de la traducción: "la comprensión no es posible si sólo existen nombres propios, pero tampoco si éstos no existen"[3]. Del mismo modo, la différance entra de lleno en el signo como unidad de significante y significado, ya que sin esta distinción la traducción sería imposible. Derrida critica el concepto de "significado transcendental" ya que éste reconocería la posibilidad de un concepto de significado en sí mismo con una relación de independencia del sistema de significantes. De esta forma, Derrida cuestiona la posibilidad de tal “significado trascendental” ya que pasa a reconocer que todo significado está también en posición significante. Así, la distinción significante significado parece problemática desde su raíz. Sin embargo, Derrida también señala que esta complicación de la imposibilidad de una diferencia radical entre signas y signatum no impide que algunos caso funcione e incluso llegue a ser indispensable. El propio Derrida señala que “ninguna traducción sería posible sin ella”[1]. Según él, la traducción practica la diferencia significado/significante donde ésta es posible, o al menos lo parece. Sin embargo, del mismo modo que la primera diferencia nunca será pura y clara, así, tampoco lo será la traducción. Así señala Derrida:
la noción de traducción habría que sustituirla por una noción de transformación: transformación regulada de una lengua por otra, de un texto por otro. No tendremos, y de hecho nunca hemos tenido, que habérnoslas con ningún “transporte” de significados puros que el instrumenti -o el “vehículo”- significante dejara virgen e incólume, de una lengua a otra, o en el interior de una sola y misma lengua.[2]

Todo ellos sería el resultado de la différance que, como ya hemos señalado, se vuelve más evidente en la traducción. Realmente lo que pone de manifiesto la différance es el dinamismo y el movimiento de la diferencia que habita todas las oposiciones del lenguaje. De este modo vuelve a afirmar Mª del Carmen África Vidal: "Así, en vez de hacer equivalentes dos textos, en vez de unificar, la traducción disemina, no fija el significado sino que juega con él, abre sus fronteras hasta el infinito"[4].

         Una pregunta: ¿cómo definiría Derrida la traducción? En Posiciones cuestiona cualquier definición basada en la reproducción o equivalencia y opta por un proceso que modifica constantemente el original. Un original que, por otro lado, también entra en el movimiento de la différance en el mismo juego de traducir. La única manera de desconstruir el original es por medio de la putrefacción, la maceración y el desemsamblamiento de todas sus piezas. Pero no nos engañemos, ya nos lo anticipa el propio Derrida en "Yo-el  Psicoanálisis", "el núcleo no es una superficie disimulada que, una vez atravesada la corteza, podría aparecer"[5]. En consecuencia, Derrida defiende lo que él llama una "traducción anasémica", que no se ocupa de los intercambios entre significaciones, entre significantes y significados, sino de "intercambios entre el orden de la significación y aquello que, haciéndola posible, debe traducirse asimismo en la lengua de lo que esta hace posible, debe ser retomada en ella, reinvertida, re-interpretada"[6].   

         Derrida presenta, en definitiva, una traducción que no se deja traducir, que se traduce en, fuera, desde, por, etc. sí misma, que deja significados, significaciones y significantes para volverse sobre las relaciones de la lengua de la traducción. Una manera de traducir que nos lleva a una tarea multiforme, diferida, indeterminada.

         W.V.O Quine analiza desde un punto de vista epistemiológigo lo que él llama la "traducción radical". En su tesis afirma que dos lingüistas que intenten estudiar la lengua de una misma tribu podrán llegar a obtener dos manuales de traducción que, aun siendo aceptables por separado con respecto a la lengua nativa, al ser comparados podrían llevar a conclusiones que en su lengua materna se excluyen. Las ideas de Quine sobre la traducción, recogidas principalmente en Word and Object(1960), han provocado largas e interesantes discusiones entre todos aquellos interesados en la filosofía del lenguaje y en la teoría de la traducción. En principio, su "Tesis de la Indeterminación de la Traducción" afirma que, dado que no podemos distinguir claramente entre las cosas y lo que decimos sobre ellas, parece imposible afirmar la existencia de algo como un significado independiente. Ello le lleva a concluir que se debe  considerar que el acto de traducir está científicamente indeterminado. No existe razón alguna que nos permita afirmar por qué una traducción es mejor que otra. Tal y como afirma la profesora Anneke van Luxemburg-Albers[7], la Tesis de la Indeterminación es fundamental para poner de acuerdo a quienes creen que se puede traducir todo sin perder nada y a los que piensan que una lengua es una teoría por sí misma, es decir, esencialmente intraducible. Para la profesora Luxemburg-Albers la Tesis de la Indeterminación de la Traducción nos permite realizar cuatro afirmaciones : 1) la traducción es una actividad hermenéutica que implica una interpretación; 2)las reglas de la corrección de esta actividad son convencionales y cambiables; 3)por lo tanto, la traducción puede realizarse de un modo defendible, pero también 4)siempre diferente. 
         De este modo podemos ver cómo Quine abre un camino para una traducción interpretativa y creativa. Interpretativa porque, como ya hemos visto con Derrida, la interpretación no sólo es el punto de partida de la traducción sino que también representa uno de los factores que se obtiene al final del proceso. Creativa porque el traductor se encuentra en un juego en el que, por un lado, utiliza sus conocimientos sobre el lenguaje y las reglas que ha de aplicar y, por otro, cuenta con su creatividad y con su conocimiento del mundo. Por lo tanto, el traductor tan sólo se debe acomodar a una supuesta norma sociocultural de la traducción: es decir, su tarea será crear un texto que sin dejar de ser poema sigua pudiendo ser llamado traducción (aunque los límites sean bastante borrosos, pero qué está claro en la traducción).
         El traductor al enfrentarse con cada texto creará una base teórica hipotética que le permita superar la imposibilidad/desastre inicial de la traducción. Porque en el desierto de la traducción del poema tan sólo nos queda la posibilidad de cerrar los ojos y concentrarnos en las impresiones de los sentidos, olvidar diablillos cartesianos y dejar abierto el camino a la impresión. La impresión en la traducción no es el significado (¿acaso buscamos el significado al traducir?), es un paso primario que nos permite evolucionar y descontruir el texto. Al mismo tiempo el desierto también es lo que nos queda al final de la traducción ya que "las traducciones son sólo huellas, recuerdos que ningún presente ha precedido ni perseguido y que no se puede ordenar en torno a un punto; huella que avanza y rememora en el pasado y en el futuro, como diría Mallarmé, bajo una apariencia falsa de presente"[8]. Por otro lado, el traductor no es un individuo en deuda con o sometido a un original, sino que la obligación de la deuda pasa más allá de la relación traductor-autor y llega a una relación  entre dos textos. La traducción no tiene como finalidad la comunicación, al menos no en un mayor grado que el original. De este modo, la obra alcanza una sobre-vida más allá de los medios que su autor utilizó en la producción. Al ser traducido el texto alcanza estabilidad y se ve completado por el movimiento de la traducción, que como recepción creativa lo desconstruye hasta desconstruir también la traducción. Éste es el único modo de superar la indeterminación de la traducción, aunque la indeterminación es un producto de la traducción, es decir, permanece. Ni siquiera cuando traducimos la conjunción "and" por la conjunción "y" podemos estar seguros de haber atisbado la propia traducción. A fin de cuentas, la esencia, la belleza y el interés de toda traducción es esa indeterminación. La traducción como juego nos permite evolucionar y transformar nuestra propia teoría entre línea y línea ya que, como en una partida de ajedrez, tan sólo un peón puede modificar el planteamiento global del tablero.

         Si es posible traducir poesía, literatura o cualquier texto en general no depende del significado o de la comunicación sino de una aproximación que nos permita reconocer los símbolos de una lengua primigenia, la lengua de Babel, la lengua de la traducción que nos subyace a nosotros mismos. Todos los textos son imposibles, todos los términos son indefinibles, pero la traducción debe posibilitar una relación entre dos textos, entre dos nombres propios que están endeudados y que se comprometen a traducirse.

         Quizás los textos de John Cage ofrezcan un buen ejemplo sobre el que aplicar un análisis de este tipo. Aunque el propio Cage afirma que en al gunos de sus textos "[t]ranslation becomes, if not impossible, unnecessary. Nonsense and silence are produced, familiar to lovers", y aunque afirma que al introducir elementos extralingüísticos se evita la traducción, parece evidente que un lector medio español necesita aproximarse más al texto. Según el propio Cage, su escritura pasa de utilizar la sintaxis a despreocuparse de ella, combina palabras y sílabas al azar, recoge el silencio y emplea la forma y el tamaño de los elementos gráficos. Tampoco debemos olvidar que John Cage es, además, compositor y que sus piezas musicales participan también del azar, del silencio y de la improvisación.

         En este caso vamos a analizar sus 36 mesostics re and not re duchamp incluidos en las M. Writings[9]. Hay que señalar que el propio Cage no sabía qué eran los "mesósticos" hasta que un amigo le comentó que lo que Cage escribía no eran acrósticos sino mesósticos. La diferencia está en que en lugar de utilizar la primera letra de cada línea, se utiliza cualquiera. Además del nombre que se forma con las letras mayúsculas (en este caso el de Marcel Duchamp), también tienen importancia visual la distribución de cada línea, la forma del mesóstico y las separaciones o silencios entre un mesóstico y el siguiente. Aquí sólo analizaremos las posibles traducciones del primero, el último y el número ocho[10].

                  a utility aMong
                            swAllows
                       is theiR
                         musiC.
                             thEy produce it mid-air
                to avoid coLliding

         Todos los mesósticos presentan la dificultad del nombre de Marcel Duchamp que va recorriendo la página en sentido vertical. Al traducirlo es totalmente necesario respetar esta convención formal del texto inglés ya que es la base de su construcción. Así, vemos como el endeudamiento con el sentido es totalmente irreal ya que éste (si lo hubiera) queda subordinado a una impresión global. Es decir, nuestra tarea es encontrar un texto final que cumpla la función básica de un original que pierde la sintaxis y el sentido, que ya ha comenzado su desconstrucción. Esta fue la traducción que en este caso nos pareció más adecuada.

                        iMpresiona cómo
      las golondrinAs
                       cRean
                  músiCa.
          la forman En el aire
      para no estreLlarse.

         Llegamos a un texto final que ha sido capaz de capturar cierta esencia del original, que traicionando la traducción ha aprehendido el texto, que descontruyendo los fonemas y las palabras ha podido llegar a traducirse.  La elección de las palabras no hay que atribuirla a una equivalencia preestablecida en los diccionarios sino a un impulso que ha partido del momento desastroso del traducir. Veamos otro ejemplo.

                             avoid woMen
                                         And gold
                                        sRi ramakrishna advised.
  "but that is not the way to Cross
                                       thE stream.
                                       foLlow me."

         En este caso la intertextualidad se pierde en la necesidad del texto original. No tendría sentido buscar una traducción establecida de esta afirmación que aparece entrecomillada. Ciertamente, el fragmento al que remite la intertextualidad queda relegado a un segundo plano y sufre el efecto global del mesóstico. Es interesante analizar la segunda línea ya que parece imposible solucionar esa "A" que aparece en inglés, ya que "y el oro" no funcionaría y la estructura no es fácilmente modificable. ¿Cómo solucionar lo imposible? Pues tal y como comenzó esta ponencia: es necesario traducir, alguna traducción habrá. Veamos.
                                 guárdate de las Mujeres
                                                  Amén del oro,
                                   sRi ramakrishna advirtió.
"pero ése no es el camino que Cruza
                                      el torrEnte.
                                       yo te Lo mostraré."

         Cualquiera podría criticar esta traducción por exceso de libertad o por infidelidad. Sin embargo, ¿cómo se puede definir "fidelidad" para un texto como éste? Acaso la fidelidad no es un efecto de la traducción. Si nuestro "Amén del oro," parece excesivamente alejado de la copulativa "y" del original, no será por un error de traducción sino por un efecto de diseminación que se ha colado en el texto traducido. Por último veamos como acaban estos 36 Mesósticos.

                the telegraM
                              cAme
                              i Read it.
          death we expeCt,
                   but all wE get
                            is Life.

         En cambio en este último vemos como la traducción literal también puede ser posible incluso en los textos "imposibles". La imposibilidad de este fragmento no se refiere a la palabra en sí sino a la temporalidad: necesitamos una "A" de algún modo en la segunda línea, ¿qué se puede hacer? Cuando al traducir los mesósticos existen problemas de bloqueo entre las lenguas, a causa del nombre en sentido horizontal, la lengua término se intenta ocultar para dejar paso a una lluvia de ideas que encuentran su hueco en la estructura del original: sinónimos, antónimos, sonidos, silencios, recuerdos, dialectalismos, etc.

                      El telegraMa
                                  hA llegado.
                             lo abRo.
                           Contamos con la muerte
   pero lo único que consEguimos
                               es La vida.

         Me gustaría concluir diciendo que los nuevos caminos que tanto W.V.O. Quine como Jacques Derrida abren para la traducción práctica y para la teoría merecen un interés mucho profundo y detallado. Estos dos autores representan una posibilidad de traducir desde el desastre del traducir. Es decir, nos dan la posibilidad de reflexionar sobre la traducción traduciéndonos a nosotros mismos como parte de un contexto mucho más vasto en el que habitan los textos y las lenguas. Una zona de "interlingua" en la que la desconstrucción ejerce su doble papel de diablillo y angel custodio del traductor. Todo ello en un movimiento que nos aproxima y nos separa de nuestro fin pero que nunca nos puede llegar a dejar indiferentes ante el texto, ante la lengua.


    [1] HORST TURK, "The Question of Translatability: Benjamin, Quine, Derrida", en KITTEL, Harald y FRANK, Armin P. (eds.), Interculturality and the Historical Study of Literary Translation, Berlin, Erich Schmidt Verlag, 1991, p. 126.
    [2] JACQUES DERRIDA, Posiciones, Valencia, Pre-textos, 1977, p. 36
    [3]Mª del CARMEN AFRICA VIDAL CLARAMONTE, Traducción, manipulación, desconstrucción, Salamanca, Ediciones Colegio de España, 1995, p. 93.
    [4]Ibid., p. 103.
    [5]JACQUES DERRIDA, "Yo-el psicoanálisis", en Jacques Derrida: "¿Cómo no hablar" y otros textos, Suplementos Anthropos, marzo 1989, p. 40.
    [6]Ibid, p. 38.
    [7]ANNEKE VAN LUXEMBURG-ALBERS, Anneke van, "The Indeterminacy of Translation or whether, and if so in what way, Willard van Orman Quine Undermines the Rebuilding of the Bridge of Bommel or not" en LEUVEN-ZWART, Kitty M. van, y TAN NAAIJKENS en Translation Studies: The State of the Art, Amsterdam, Rodopi, 1991, pp. 171-178.
    [8] Mª del CARMEN AFRICA VIDAL CLARAMONTE, Traducción, manipulación, desconstrucción, Salamanca, Ediciones Colegio de España, 1995, p. 94.
    [9]John Cage, M. Writings '67-'72, London, Calder and Boyars, 1973 (1969), pp. 26-34.
    [10] La traducción del poema de John Cage, 36 Mesostics Re and Not Re Duchamp, realizada por Isabel Ferrán, Marta Jover y Javier Mallo, recibió un Premio Accésit en el Certamen de Traducción Poética del Inglés al Español organizado por el Seminario Permanente de Filología Inglesa y Didáctica del Inglés de la Universidad de Extremadura.



[1] JACQUES DERRIDA, Posiciones, Valencia, Pre-textos, 1977, p. 29.
[2] Ibid.

lunes, 28 de abril de 2014

Sobre el signo en general y la toma de notas en interpretación consecutiva en particular



Autor: Javier Mallo
(Reflexiones sobre 
la toma de notas 
allá por 1995-1996)

La nota, ese signo en el papel, que puede ser un criptograma, ideograma, palabra, línea, curva o cualquier fórmula más o menos convencional, parece ser la mejor demostración de la arbitrariedad del signo lingüístico.

Su arbitrariedad no consiste simplemente en que la relación entre significante y significado no sea directa ni motivada. Antes bien, se trata de una relación difusa y diferida; una relación que cambia dentro de la globalidad de la situación comunicativa. El signo se crea por asociación intuitiva entre una cadena fónica o escrita y un significado que no es posible definir. Es decir, en nuestros signos los significados se desarrollan en la relación entre significante y significado (entendido como relación clásica), relación que no se corresponde con ningún significado de diccionario (referencia no arbitraria pero fijada arbitrariamente entre los posibles significados) sino con una cadena indefinida (espacio y tiempo) de oposiciones y diferencias. La comprensión del signo se realiza por medio de una búsqueda de coincidencias y diferencias comunicativas, lingüísticas y pragmáticas para dicho signo en un momento, cadena fónica o escrita, y contexto. De este modo, el efecto diseminante del signo lingüístico se reduce notablemente hasta alcanzar una aproximación al “significado”. No obstante, el significado no es aprehensible en sí mismo ya que 1) no se puede definir a priori y 2) ninguna definición, situación o entorno comunicativo puede llegar a agotar el juego de las diferencias. De un modo similar define W.V.O. Quine su “Tesis de la Indeterminación de la Traducción”. En ésta afirma que dos lingüistas que intenten estudiar la lengua de una misma tribu podrán llegar a obtener dos manuales de traducción que, aun siendo aceptables por separado con respecto a la lengua nativa, al ser comparados podrían llevar a conclusiones que en su lengua materna se excluyen. Las ideas de Quine sobre la traducción, recogidas principalmente en Word and Object (1960), han provocado largas e interesantes discusiones entre todos aquellos interesados en la filosofía del lenguaje y en la teoría de la traducción. En principio, su "Tesis de la Indeterminación de la Traducción" afirma que, dado que no podemos distinguir claramente entre las cosas y lo que decimos sobre ellas, parece imposible afirmar la existencia de algo como un significado independiente. Así, un conejo parece ser descrito en la lengua indígena como “GAVAGAI” pero no existe ninguna forma ostensiva que permita decidir si su significado es realmente “conejo”, “porción de conejo”, “conejo en situación ‘entre hierba’”, etc. De esta forma, sería imposible definir completamente una gramática y una semántica de la lengua indígena. De la misma forma, la indeterminación de sus signos también impediría crear un diccionario sobre los términos de esa lengua (¿acaso podemos hacerlo sobre nuestra lengua?).

Las definiciones de los diccionarios sobre nuestros signos lingüísticos nos proporcionan un punto de partida para la comprensión de los significados; o lo que es lo mismo, para entrar en el juego de las diferencias. Veamos un ejemplo:

Dice el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE)[1]

padre. (Del lat. pater, -tris) m. Varón o macho que ha engendrado. 2.Varón o macho, respecto de sus hijos. 3. V. hermano de padre. 4. Macho en el ganado destinado a la procreación. 5. Cabeza de una descendencia, familia o pueblo. 6. Nombre que se da a ciertos religiosos y a los sacerdotes. 7. Teol. Primera persona de la Santísima Trinidad. 8. fig. Origen, principio. 9. fig. Autor de una obra de ingenio, inventor de cualquier otra cosa. 10. pl. El padre y la madre. 11. Antepasados. 12. adj. fam. Muy grande. Se armó un escándalo PADRE. apostólico. Cada uno de los padres de la Iglesia que conversaron con los apóstoles y discípulos de Jesucristo. conscripto. Entre los romanos, senador. de almas. Prelado, eclesiástico o cura. de familia, o de familias. Jefe de una familia aunque no tenga hijos. de la patria. Título de honor dado a alguien por los servicios prestados al pueblo. 2. irón. Dícese de los diputados a Cortes o senadores. del yermo. anacoreta.  de mancebía. El que tenía a su cargo el cuidado y gobierno de la mancebía. de pila.  Padrino en el bautismo. de pobres. fig. Sujeto muy caritativo y limosnero. de provincia. En algunas órdenes religiosas, sujeto que ha sido provincial o ha tenido puesto equivalente. 2. Título que durante el régimen foral se concedía en las provincias vascongadas al que había sido diputado en las juntas generales del país o había prestado algún servicio eminente. Los padres de provincia formaban un cuerpo consultivo para los asuntos forales. de su patria. padre de la patria. espiritual. Confesor que cuida y dirige el espíritu y conciencia del penitente. eterno. Teol. Padre, primera persona de la Trinidad. nuestro. Oración dominical que comienza con estas palabras. 2. Cada una de las cuentas del rosario más gruesas que las demás o que se diferencian de ellas de alguna otra manera, para advertir cuándo se debe rezar un padrenuestro. Santo. Por antonom., el Papa. Beatísimo Padre. Tratamiento que se le da al Papa. nuestros primeros padres. Adán y Eva, progenitores del linaje humano. Santo padre. Cada uno de los primeros doctores de la Iglesia griega y latina, que escribieron sobre los misterios y sobre la doctrina de la religión. 2. Padre Santo, el Papa. de padre y muy señor mío. fr. fam. Con que se encarece la gran intensidad o magnitud de una cosa. dormir uno con sus padres. fr. Haber muerto. hallar uno padre y madre. fr. fig. Hallar quien lo cuide y favorezca. mi padre es Dios. expr. con que nos ponemos, en los trabajos o desamparos, debajo de su paternal protección divina. mi padre las guardará. expr. que reprende al que echa trabajo y cuidado a otros, aun debiendo aliviarlos de ellos por respeto u otra obligación. no ahorrarse uno con nadie, ni con su padre.  fr. fam. Atender sólo a su propio interés. 2. fam. Decir libremente su sentir, sin guardar respeto a nadie. sin padre ni madre, ni perro que me ladre. loc. fig. y fam. de que se usa para manifestar la total independencia o desamparo en que se halla uno. tener el padre alcalde. fr. fig. Contar con un poderoso protector. ¡tu padre! exclam. fam. de irritación o enojo.

Todo este texto descriptivo sobre la palabra “PADRE” intenta definir la globalidad significativa de la cadena “P-A-D-R-E”. Sin embargo, ¿son todos estos significados suficiente definición del término? ¿Podríamos duplicar el número de definiciones por medio de la inclusión del término en diferentes frases? ¿Cuántas definiciones serían necesarias para abarcar todo el término?

Al mismo tiempo nos podríamos preguntar si no nos estamos olvidando también de la parte psicológica del signo; es decir, la impresión que tenemos guardada de éste y que nos ayuda a recuperar su significado. ¿Acaso “PADRE” significa lo mismo para un huérfano, para un niño maltratado, para un niño abandonado, para un musulmán, para un budista, para una monja del Vaticano, para un anarquista francés, para un ateo, para un “hijo de puta”, etc.? De esta forma podemos ver cómo los significados del diccionario formulan una aproximación arbitraria (¿por qué no aparecen frases como: “ser de su padre y de su madre” o “El obligado a dar alguna cosa lo está también a conservarla con la diligencia propia de un buen padre de familia”[2]).

En conclusión, son todas estas acepciones que nos da el diccionario, los elementos psicológicos y los usos sociales puntuales los que crean la recepción de los signos. Del mismo modo (y por esta razón), en el acto de la comprensión el signo busca acomodo a su multiplicidad en un entorno de significados que crean tensiones. A partir de éstas se produce una aproximación a un significado “real-intuitivo” que permite vislumbrar la globalidad comunicativa del signo. Esta globalidad comunicativa no sólo concretiza el signo sino que además añade elementos de diseminación que multiplican el acto de recepción. De esta forma, la comprensión de los signos no responde a una ubicación en esquemas de significado o estructuras culturales preestablecidas (como pueden ser los diccionarios o las enciclopedias) sino a una extensión de todos los significados probables conocidos (y no conocidos) que se proyectan en un acto de comunicación. Es decir, todos los significados que podemos atribuir a un signo (lingüísticos, culturales, semióticos, comunicativos, psicológico-personales, etc.) contribuyen a la creación de un significado para un signo específico de tal forma que la tensión que crea esta unión de significadosn y signo engendra nuevas tensiones para la comprensión del signo futuro. Sólo cuando la connotación de un signo se vuelve denotación absoluta (ni siquiera se produce en el caso de las siglas) podemos hablar de una coincidencia de significados.

Cuando hablamos de signos, textos y significados nos vemos cerrados en una continua intertextualidad que nos remite a otros signos, textos y significados. Así, en conclusión el diccionario se descubre como una estructura cerrada que intenta fijar lo que nunca se detiene. Como señala Roland Barthes:
“para el diccionario textual no hay lengua de entrada ni de salida, pues el texto no comparte con el diccionario su poder definicional (cerrado), sino su estructura infinita”[3]



El signo de la toma de notas para interpretación consecutiva

Si en la discusión anterior observábamos cómo los signos solamente significan por aproximación y cómo sus posibles significados entran en contacto y crean nuevos y posibles significados por sus relaciones de tensión, ahora pasaremos analizar las características del signo de la toma de notas para interpretación consecutiva. Este signo es diferido (como todo signo pero en uno de los mayores grados), tiene una vida breve, su receptor y emisor son la misma persona, no dispone de un código fijo y está indeterminado por su propia naturaleza.

1. Un signo diferido.
Todo signo es diferido dado que su emisión y recepción implica un salto en el tiempo, en el espacio o entre personas. El signo escrito es diferido porque su recepción se dilata en el espacio y en el tiempo y porque, además, su receptor final puede no ser el receptor implícito. El signo oral es diferido ya que implica un salto instantáneo de emisor a receptor, tanto si este último está presente como si no (teléfono, teleconferencia, televisión, etc.). No obstante, el signo oral no sufre el efecto “diferido” del mismo modo que el signo escrito ya que no participa de la inscripción (aunque no podemos olvidarnos de las cintas de audio y vídeo o de la taquigrafía).
El signo de la toma de notas de interpretación consecutiva es diferido porque su escritura está condicionada por una recepción casi inmediata. Al mismo tiempo, su inscripción en la libreta de notas no intenta dejar una marca sino que simplemente busca el “efecto diferido” en sí mismo. Es decir, el signo de la toma de notas no se acaba en sí mismo ya que su différance consiste en quedar ahí sin significado hasta que se recupera el discurso cuando el intérprete proporciona su prestación. Al ser un signo que sólo significa en relación con la memoria (acaso en un mayor grado que cualquier otro signo), su escritura implica el efecto “diferido” en tanto en cuanto sólo se completa cuando desencadena la memoria; su recepción implica el efecto “diferido” en tanto en cuanto sólo se completa cuando, por medio de lo recuperado por la memoria, es emitido ante una audiencia.

2. Vita brevis.
El signo de la toma de notas no vive más que unos minutos aunque quede impreso en un papel. Su significado tan sólo es relevante en el acto comunicativo en el que entran en juego el emisor1, el intérprete (receptor1- emisor2) y el receptor2 (receptor múltiple o individual). Horas después de la interpretación habrá perdido toda relevancia porque 1) ya no existe la situación comunicativa que propició su inscripción en el papel; 2) la memoria a medio plazo habrá desaparecido con toda probabilidad; 3) el secreto profesional impide que esa información pueda ser repetida fuera de la situación comunicativa ya extinguida.

3. Sólo puede ser entendido por su emisor/receptor.
La utilización de la nota en una situación comunicativa única e irrepetible (reunión, conferencia, rueda de prensa, etc.) aumenta el efecto arbitrario del que ya hemos hablado. Al mismo tiempo, la nota es representación y ocultación (problema típico para el estudiante de interpretación), el signo muestra un posible camino que sólo quedará completado cuando se cumplan las siguientes condiciones: 
análisis previo de todo la situación en que se emite el discurso;
análisis del discurso en sí mismo;
comprensión de la estructura argumentativa del discurso; y
creación de un interruptor en la memoria (=nota) que desencadene el discurso diferido.

Si se produce algún error y no se cumplen estas exigencias mínimas, el intérprete se encontrará ante una serie de símbolos y anotaciones que habrán perdido su carga comunicativa (esencia de la nota). De este modo vemos como el signo llega a convertirse en algo opaco a causa se sus propias características, es decir, arbitrariedad y efecto “diferido”.
De igual modo, la nota de interpretación consecutiva no es un mensaje al uso ya que el emisor y el receptor coinciden. Al mimo tiempo, al cerrarse de esta forma el acto comunicativo sobre la misma persona, podría parecer que la comunicación será perfecta. Este suele ser el error que cometemos a la hora de analizar la toma de notas:

A.   la coincidencia entre emisor y receptor no asegura el acto comunicativo ya que no se trata de un acto instantáneo sino diferido: discurso1 - notas - discurso2. Pero el paso de 1 a 2 está retrasado, suspendido en el tiempo. Así, esa suspensión puede producir rupturas en la comunicación. Más aun si tenemos en cuenta el siguiente punto;

B.   el código que actúa como desencadenante de la memoria a medio plazo, dada su profunda arbitrariedad, puede suponer un nuevo obstáculo para que la comunicación llegue a buen término. En dicho caso, el código de la toma de notas no funcionará como un interruptor sino como un difusor que multiplicará los referentes del discurso1:
Discurso y notas
 Así,
  “[t]he secret, if there is one, is not hidden at the corner of an angle, it does not lay itself open to a double view or to a squinting gaze. It cannot be seen, quite simply. No more than a word. As soon as there are words -and this can be said of the trace in general, and of the chance that it is- direct intuition no longer has any chance”[4].

Esta cita de Jacques Derrida nos puede servir para intuir la ocultación de la palabra, el trazo, el signo en general. Al utilizar los signos hemos perdido la capacidad de intuir directamente la realidad. De la misma forma, la nota de consecutiva, cuando se vuelve opaca, nos devuelve un dibujo en el papel por todo significado, al haber perdido la clave para descifrar el signo ya no existe la intuición de la que gozábamos cuando escribimos la nota.

4. No existe un código fijo.
Como cualquier estudiante de interpretación sabe, el sistema de toma de notas es fruto de un trabajo individual. En la mayoría de los casos un intérprete no podría utilizar las notas de otro compañero (no mencionemos a un profano). Como hemos visto en los puntos anteriores, la arbitrariedad de la nota para consecutiva lleva a que cada intérprete asocie con una abreviatura o un símbolo cosas diferentes y, más aun, realice cortes en el continuo del significado de forma diferente. Por ejemplo, algunos intérpretes necesitarán dividir los significados de oposición entre oraciones en adversativas y concesivas para lo que deberán desarrollar dos signos diferentes; en cambio, otros podrán depender sólo de un signo (but o mais, por ejemplo) ya que la evolución discursiva les ayudará a decidir cuál es el giro necesario en la prestación.

No obstante, no se puede dejar solo al estudiante de interpretación consecutiva. Antes bien será necesario acompañarle en el camino que le conducirá a desarrollar su sistema de toma de notas. En primer lugar, el intérprete/profesor irá dando indicaciones sobre símbolos, fórmulas y estructuración de las notas de tal forma que el alumno comprenda el funcionamiento general del proceso. A continuación, propondrá ejemplos prácticos mostrando sus propias notas y comparándolas con las de sus alumnos para, de esta forma, describir cuál es el proceso que deben seguir los alumnos con sus propias notas. Finalmente, realizará un seguimiento de la evolución del sistema de toma de notas de cada alumno proporcionando indicaciones apropiadas sobre la posible falta de nexos conectores del discurso, elección de las ideas principales y formas de destacarlas, confusión y solapamiento entre los símbolos o abreviaturas creadas por los alumnos, etc.

5. Indeterminación del signo .
El signo de toma de notas en consecutiva está especialmente indeterminado debido a que su arbitrariedad le lleva a no tener nunca un significado específico sino un significado genérico. Este significado genérico variará según la situación comunicativa y el resto de los signos que lo rodeen. Si cualquier signo sufre el “Principio de la Indeterminación de la Traducción”[5], más aun la nota de consecutiva ya que no disfruta de ningún significado específico a priori que se pueda recoger en un diccionario o compendio de notas para consecutiva. Por esta razón, y como ya hemos señalado con anterioridad, a un intérprete no le resultará fácil leer las notas de otro compañero (lo que no sucede en la escritura). La indeterminación de la nota de consecutiva responde a una dependencia absoluta del sentido discursivo (luego la palabra, como signo, pierde importancia) y de la memoria como fuente del discurso (volvemos a ver el efecto “disparador” de la nota).


Pasemos ahora a analizar la procedencia de los diferentes símbolos, abreviaturas o dibujos que utilizan en la toma de notas para consecutiva. En general, se puede decir que cualquier anotación que sirva para accionar el disparador de la memoria es válida. No obstante, como ya hemos señalado, será el profesor/intérprete quien mejor pueda evaluar la toma de notas de sus alumnos. Ahora bien, dado que la toma de notas es eminentemente personal y que sólo existe como medio y nunca como fin, el profesor/intérprete intentará analizar y corregir las notas de sus alumnos desde un punto de vista funcional.

Veamos ahora algunos tipos de notas y diferentes procedimientos:

n             Abreviaturas: normalmente mediante la eliminación de vocales y finales de palabra. Para los nombre de países, provincias y regiones suele ser muy útil el uso de las abreviaturas utilizadas en las matrículas y distintivos nacionales de los automóviles.
n             Signos matemáticos: los más normales son los signos aritméticos, +, -,*, /, =, o algunos más específicos, £, ¥, ¦, ±, È, É, Ï, @, >, =, <, ", $, ', P, D, S, etc.
n             Dibujos: normalmente formas simplificadas de un referente.
Industria:
Industria

n             Signos alfabéticos: suelen proceder de cualquier alfabeto o de lenguas ideogramáticas (téngase en cuenta que muchos también pueden tener usos matemáticos), p. ej.: & (inclusión), P (inflación), S (añadido, suma), a (principio), w (fin), etc. Se debe tener un cuidado especial al utilizar los grafemas correspondientes a la letra “o” mayúscula y minúscula y al número cero, ya que se pueden prestar a confusión: sería recomendable utilizar una barra cruza en el cero tal y como hacen algunos ordenadores: Ø.
n             Signos de puntuación: suele ser muy útil el uso de exclamaciones para destacar una parte del concurso y su entonación. Del mismo modo, el uso del signo interrogativo al principio de una oración interrogativa ayudará a la hora de leer las notas. Merece una mención especial el peligro que se corre al utilizar símbolos como puntos y comas (que pueden parecer simples manchas o marcas sin significado). Si fuera necesario utilizar alguno de estos signos de puntuación, es recomendable destacarla mediante un círculo o un subrayado.
n             Signos fonéticos: pueden utilizarse para anotar nombre propios de personas o lugares con los que no estamos familiarizados o para añadir un sufijo, prefijo o terminación de una forma abreviada. Por ejemplo, “difícilmente”: difcy; “de un modo completamente diferente”: diffy; “pensamiento”: ; “reconstrucción”: reäº.
n             Números: a no ser que las cifras se den in extenso y que éstas sean indispensables, la anotación de una cifra nunca debería superar los tres dígitos más algún indicativo. Por ejemplo: 1992: 92; de 1978 a 1980: 78-80; 14.000: 14m; 546.000.000: 546; 10 billones: 10b; etc.
n             Fórmulas de relación: líneas, abreviaturas, dibujos, señales, nexos, marcas sobre otros signos que se suelen utilizar para poner en relación los diferentes signos. Especialmente transmiten la evolución lógica y la progresión discursiva del original.
n             Signos personalizados: pueden ser de dos tipos
·                    modificación de los anteriores para acomodarlos a las características del intérprete;
·                    creación propia.
n             Símbolos “cajón de sastre”: en muchas ocasiones aparece un concepto que se va repitiendo constantemente en todo el discurso, cuando esto suceda se deberá disponer de una serie de símbolos sin significado definido que pueda remitirnos a ese concepto. Por ejemplo, en el caso de la expresión “personas con discapacidades físicas, psíquicas y sensoriales”, no vale la pena realizar una anotación compleja cada ver que surja este concepto en un congreso sobre discapacidades:

Nota 1: persona con discapacidad

Por lo tanto (en muchos casos, sobre la marcha), tendremos que crear una nota que nos remita a este concepto tan repetido: p. ej.

Nota 2: persona con discapacidad

n             Combinación de cualquiera de los anteriores para formular ideas completas:
signo alfabético modificado + signo personalizado

(signo de desarrollo + tensión)


Tensión en relaciones medioambiente
(malas relaciones en temas de desarrollo medioambiental)


Trucos para evitar la arbitrariedad/indeterminación de la nota

Como hemos señalado bajo el epígrafe “Símbolos ‘cajón de sastre’” podemos utilizar algún tipo de símbolo que signifique cualquier cosa, es decir, un símbolo que no tenga ningún significado, ni siquiera el más genérico. Del mismo modo, en cada conferencia deberemos desarrollar un conjunto de símbolos no-arbitrarios en esa situación comunicativa que no necesiten interpretación. Esto es lo que normalmente se suele llamar una “clave”.

La clave consiste en un conjunto de símbolos, iniciales o abreviaturas que anotaremos en un papel al lado de nuestra libreta antes de que comience la conferencia. Su mayor utilidad suele ser referirse a conceptos, lugares o instituciones que sabemos que se van a repetir una y otra vez. Así, no tendría sentido anotar in extenso el mismo concepto cada vez que aparece. Por lo tanto, diseñaremos un conjunto de notas para esa conferencia en concreto y las anotaremos en un papel a nuestro lado para que cada vez que surja el concepto las podamos recoger sin necesidad de anotarlas in extenso o recurrir a la memoria. Del mismo modo, cuando tengamos que realizar nuestra prestación podremos dedicar todo nuestro esfuerzo a la globalidad del discurso dejando a un lado esos “puntos negros” ya que, al tenerlos anotados a nuestro lado, un solo vistazo nos bastará para recuperar esos fragmentos del discurso.


Veamos algunos ejemplos:

                        Probablemente si en un discurso surge el concepto “vicepresidente de la comisión permanente para asuntos del medio ambiente de las naciones unidas” lo anotaríamos así,

No obstante, si nos encontramos en la ONU y más en concreto en dicho comité realizando nuestra prestación, parece lógico pensar que los oradores se referirán repetidamente a este concepto. En el caso de que no existiera ningún otro vicepresidente o presidente que nos pudiera llevar a una confusión es muy probable que fuese suficiente con anotar:  
  
Sin embargo, es posible que la situación exija un símbolo propio para este vicepresidente. Podríamos utilizar un solo trazo y anotar algo así: 


 

                         Nos encontramos en un congreso sobre seguridad, salud e higiene en el trabajo. Sin ninguna duda este concepto se repetirá un gran número de veces. Por lo tanto, en vez de anotar en cada aparición del concepto estos tres términos por separado, parece más adecuado anotar en nuestra clave un símbolo general para los tres términos. Por ejemplo, “la importancia de la seguridad, la salud y la higiene en el trabajo para los trabajadores europeos”:
 
Sin duda alguna se trata de una pérdida de tiempo y atención que podría haberse dedicado a la comprensión y análisis del resto del discurso. Así, podríamos anotar en nuestra clave una simple nota:











Conclusión

El presente artículo intenta proporcionar una visión sobre el signo en general y el signo en la toma de notas para interpretación consecutiva en particular. Al mismo tiempo busca ampliar la explicación del signo (lingüístico y no-lingüístico) para englobar y sobrepasar explicaciones dicotómicas y taxonómicas sobre significantes y significados. Si, como señalaba Wittgestein una palabra significa en su uso, cada vez que empleamos una palabra, un signo, estamos modificando su significado. Cada vez que intentamos definirla, creamos un significado nuevo.
De la misma forma, la nota para interpretación consecutiva representa uno de los más altos grados de los efectos de arbitrariedad e indeterminación del signo. Por todas las características que hemos analizado anteriormente la nota es un signo en uno de sus estados más puros: sólo definible por aproximación y acumulación de explicaciones y significados específicos; emisor=receptor; diferido; apenas existente en el tiempo; sin fórmulas establecidas; y totalmente dependiente de un discurso que no ha quedado impreso.

Todo lo visto en este artículo implica para la didáctica de la interpretación consecutiva una dificultad que el alumno debe asumir para poder desarrollar su sistema de toma de notas. Si todo esto ha de tener alguna utilidad será el comprender el proceso general que ayuda a desarrollar la toma de notas y las fuerzas subyacentes a la nota. Partimos del convencimiento de que la comprensión del proceso que opera en los signos y, muy especialmente, en la toma de notas, permitirá a los alumnos desarrollar sus propios sistemas de una forma más consciente y funcional.



























Bibliografía

DERRIDA, Jacques, On the name, Stanford University Press, Stanford, 1995, trad.: David Wood, John P. Leavey, JR. y Ian McLeod.
HERTBERT, Jean, Manuel de l’interprète: comment on devient interprète de conférences, Librarie de la Université Georg & Cie S.A., Ginebra, 1952.
ROZAN, Jean-François,  La prise de notes en interprétation consecutive, Librarie de la Université Georg & Cie S.A. Ginegra, 1970.
WEBER, Wilhem K., Training translators and conference interpreters, Prentice Hall Inc., New Jersey, 1984.



















NOTAS


[1] Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, Vigésima primera edición, Real Academia Española, 1992, Tomo II, pag. 1499.
[2] Código Civil, Tecnos, Madrid, 1993, 12º edición, pag.308 (Artículo 1.094, Libro cuarto: De las obligaciones y contratos, Título segundo: De la naturaleza y efecto de las obligaciones).
[3] R. Barthes, S/Z, Siglo XXI, Barcelona, 1979.
[4] Jacques Derrida, Passions en “On the name”, de. Jacques Dutoit, Meridian: Crossing Aesthetics, Stanford Univeristy Press, Stanford, 1995.
[5] W.V.O. Quine, Word and Object, MIT & John Wiley, 1960.